Soy una persona fácilmente acojonable, no lo puedo evitar.
Hay quien me dice que me infravaloro, y otros directamente que soy gilipollas. Bien, podrían ser perfectamente las dos opciones. Pero el caso es ese, que me acojono con todo, sobre todo cuando hablamos de cocineros de renombre o del vecino del tercero que te dice que es la bomba cocinando.
El caso es que siempre pienso:
Uff, yo no voy a llegar a esos niveles ni de coña.
Y a ciertos niveles es cierto, está claro. Pero es que me pasa a todos y cada uno de los niveles. No me hace falta ver un plato de Adriá para pensar así. Vale cualquier persona que me diga que es la bomba (aunque no haya pisado una cocina es su vida) que voy a pensar así.
Me pasa sobre todo cuando escucho los nombres de los platos que pone la gente. Esos nombres imposibles tan cuidadosamente adornados. ¡Pero si es solo un nombre! Pues me acojona.
Vamos con un ejemplo práctico. Yo cuando veo Top Chef flipo. Aunque hagan una chapuza (que alguna se ve) me parece la bomba y pienso: Uff, a mí no me lo daría ni para hacer esa chapuza. Y luego veo lo que es realmente el plato y pienso.
¿Por qué soy así? Si esto lo sé hacer con los ojos cerrados.
Pero es que la publicidad es mucho más importante que el producto en sí. Si os lo venden como que es la bomba vais a pensar que lo es, aunque sea una porquería. Es el poder del marketing.
Entonces qué me pasa. Que yo veo a gente cocinando, que está en la tele (¡uhuhuhuh que están en la tele!) por ser unos cocineros de la leche. Y ya por esas razones pienso que no voy a poder hacer un plato tan chulo como esos. ¿Pero sabéis qué pasa? Que luego compro la revista y al ver esas recetas con decoraciones y nombres imposibles descubro que no es oro todo lo que reluce. Que sí, que está muy bueno y es genial, pero que no tiene complicación ninguna. Que lo que yo creía que no podría hacer ni en sueños, resulta que ya lo he hecho mil veces.
¿A qué viene todo esto? Pues simplemente quería decíroslo para que no hagáis como yo, para que no os infravaloréis. Que por mucho cocinero de renombre que haya, la cocina al final se trata de combinar alimentos y darles una cocción adecuada. Que con tiempo podemos aprender sin problema y que, por mucho nombre que haya detrás no todo son platos imposibles con ingredientes impronunciables. Que los grandes también nos enseñan cosas chulas sin necesidad de usar alginatos, sifones o ahumadores. Y hoy os traigo un ejemplo de ello.
Os traigo la crema de ajo a las tres cocciones de Martín Berasategui. Lo normal (por lo menos lo que me pasa a mí por esta manía mía de acojonarme con todo) es que al escuchar “crema de ajo a las tres cocciones de Martín Berasategui” pensamos: Uff, con ese nombre y ese cocinero a ver quién lo hace, seguro que es complicadísimo. Y luego resulta que vemos la receta y descubrimos que es la mayor pijada del mundo. El problema está cuando ni queremos ver la receta porque ya tenemos la idea preconcebida de que no vamos a saber hacerlo.
¡MAL HECHO! Atreveos con todo, atreveos a investigar, a probar, a fallar, a combinar… que así es como se aprende.
Esta crema se llama así porque, como su nombre indica, el ajo ha de pasar por tres cocciones antes de triturarlo para formar la crema. Primero lo cocemos en agua para quitar fuerza al ajo y después lo confitamos y lo cocemos en nata.
¿Realmente son necesarias estas tres cocciones? ¿No quedaría igual de buena solo con dos cocciones?
Sinceramente lo dudo, pero todo es cuestión de probar. Aquí sí me atrevo a decir que si lo dice Martín Berasategui va a misa.
La cocción en agua la necesitamos sí o sí para quitar fuerza al ajo. Y el aceite y la nata le dan un punto genial. Es importante señalar que, con esta receta, no hace falta quitar el germen del ajo. Sabéis que se suele quitar para que no resulte tan fuerte y para que no repita. Yo sinceramente hago mayonesa de ajo a menudo de las dos maneras y no he notado nunca diferencia alguna. Pero hay quien lo hace así. De esta manera queda una crema tan sumamente suave que no hace falta.
Me gusta esta crema sobremanera para acompañar pescados blancos, pero para una carne o una ensalada… seguro que también va perfecta. Como siempre digo, atreveos a probar y a encontrar vuestras combinaciones perfectas.
Ingredientes:
- 1 cabeza de ajos.
- 1 vaso de agua.
- 1 vaso de aceite de oliva virgen.
- 1 vaso de nata.
- Sal y pimienta.
Elaboración:
- Pelamos los ajos. Para hacerlo más fácilmente podéis usar este truco.
- Ponemos los ajos en un cazo y los cubrimos con el agua. Los ponemos al fuego y los dejamos cocer durante 10 minutos a fuego suave. Escurrimos los ajos del agua.
- Ponemos los ajos en una sartén o cazo lo más pequeño posible (por eso de ahorrar en aceite, ya que el aceite ha de cubrir los ajos) y los confitamos, es decir, los dejamos hacer a fuego muy bajo otros 10 minutos. Escurrimos los ajos del aceite. No tiréis el aceite. Usaremos luego un poco y, además, lo podréis reutilizar para lo que queráis. Indirectamente acabamos de hacer un aceite de ajo.
- Volvemos a colocar los ajos en un cazo pequeño y los cubrimos con la nata. Hacemos a fuego suave otros 10 minutos.
- Sacamos los ajos de la nata y los echamos al vaso de la batidora. Añadimos una o dos cucharadas de aceite de ajo (al gusto) y un chorrito de nata y trituramos. Echaremos nata hasta alcanzar la consistencia deseada y salpimentamos. Tened en cuenta que, cuanta más nata echemos, más suave será el sabor del ajo.
Notas.
- Usa esta crema como salsa para tus platos. Con estas cantidades te dará para echar abundante salsa en dos platos.
- Si quieres hacerla más ligera utiliza leche evaporada.
- Si quieres la salsa menos espesa utiliza leche en vez de nata.
Nuria dice
Ana, por tu bien, deja de decir palabrotas! Eso no te hace más guay ni más cool, es chabacano, no hay ni un solo post en el que no haya una y no he leído ningún otro blog que publique palabrotas.
Un saludo.
Ana dice
Buenos días Nuria.
Antes de nada te pido disculpas por si te ha podido ofender leer ciertas palabras. Quizá te resulte difícil de creer pero mi vocabulario habitual se compone de jolines, mecachis y cosas de ese estilo, por lo que lo de ser más guay, o cool no entra en mis objetivos. Sí, quizá de vez en cuando, me dé por decir un “gilipollas” (perdón de nuevo) porque precisamente ese día me sienta así y es mi forma de expresarlo porque de otra forma no lo siento con la misma contundencia. Quizá es error mío pensar que como estoy en mi casa puedo soltar lo que sienta en ese momento sin tener en cuenta las personas que me leen. Pero ciertamente no creí que pudiera resultar ofensivo. En mi defensa diré que la palabra acojonable y derivadas nos las considero palabrotas.
Por eso te pido perdón y te animo a que, si realmente te gusta este blog, leas más posts, porque si sólo has leído posts en los que hay palabrotas es que no has leído ni una décima parte del mismo, de verdad.
Gracias por tu consejo y mis disculpas de nuevo.
Un saludo.
Rau dice
Madre, qué sensibilidad, cuánta envidia, aún no he encontrado la tan ofensiva palabrota, yo te diría, antes que cualquier otra cosa Ana, sigue siendo tu misma en este mar de homogeneidad y muchas gracias por ayudarme a recordar la receta. Gracias por tu simpatía.
Ana dice
Jajajajajajaja, lo que me he reído recordando esto. Gracias Rau. Disculpa la tardanza en contestar, pero no sé por qué motivo no me llegan las notificaciones. Por suerte han pasado ya 6 años de este post y ya entiendo como va esto de las redes. Tengo que admitir que a estas alturas ya no soy tan diplomática con según qué comentarios. Cosas de la edad imagino, jajajaja. Gracias a ti por tus palabras. Un abrazo.