No sé qué es peor si tener la porquería de tiempo que estamos teniendo o estar trabajando mientras veo un solazo de infarto por la ventana…
Como veis la menda tiene días buenos y días malos, jajaja. Sí, hoy parece que es de los segundos.
Os traigo una entrada básica, que imagino que unos sepan y otros no… Hay veces que me da rabia traeros algo tan básico porque sé que la gran mayoría estará pensando ¿¿Y qué pasa con la receta?? pero como sabéis vamos aprendiendo sobre la marcha, y para esta semana necesitaremos pelar tomates. ¿Qué ciencia tiene pelar tomates? Aunque no os lo creáis tiene lo suyo.
Supongo que alguno os habrá pasado cuando habéis pelado un tomate con el cuchillo o con el pelador que os habéis llevado medio tomate con la piel. ¡Espero no haber sido yo la única! Esto nos pasa porque el tomate está demasiado maduro, la piel no está tersa y dificulta el corte. ¿Cómo lo solucionamos? Escaldando los tomates. Es decir, pasándolos por agua hirviendo. A continuación veremos como así sale sin problemas y no nos llevaremos nada de carne de tomate.
Tengo que decir que si tengo tiempo de sobra, aún cuando los tomates están firmes, hay veces que también los paso por agua porque así la carne que me llevo es mínima.
Y como para mí el tomate es como el cerdo (¡del cerdo hasta los andares!), vamos a ver como aprovecharlo al máximo. Para infinidad de recetas (como la de esta semana) vemos cómo nos piden quitar las semillas al tomate: para mermeladas, salsas… Así que también lo trataremos.
¿Qué hacer con estas semillas después de desecharlas? ¿Las tiramos? ¡No! Quedaos con esto, a las semillas del tomate se las suele denominar como “el caviar del tomate” así que lo de tirarlas ¡nunca!. Nos va a salir un entrante de los más resultón con ellas.
Cómo escaldar tomates:
- Primero llenamos una olla con agua y la ponemos a hervir. Echaremos tanta agua como necesitemos para cubrir los tomates.
- Hacemos un corte en cruz en el culo del tomate. Este corte ha de ser muy superficial. Preferentemente sólo cortaremos la piel, aunque si nos pasamos un poquito no pasa nada.
- Cuando el agua esté hirviendo introducimos los tomates. Dejamos hervir durante un minuto y sacamos de inmediato.
- Una vez fuera veremos como el corte de la cruz se va abriendo conforme el tomate se va enfriando. Esperamos a que enfríen (para no quemarnos) y los pelamos. Simplemente tiraremos de la piel, saldrá sola.
Nota. Si no queremos esperar a que enfríen los tomates podemos introducirlos en un bol con agua muy fría. De esa forma la piel se irá abriendo más rápido y podremos manipularlos sin problema.
Cómo quitar las semillas al tomate:
- Cortamos el tomate en cuartos. Le quitamos el resto del pedúnculo.
- Al tener el tomate cortado en cuartos veremos muy fácil las semillas. Sólo tendremos que hacer un pequeño corte en cada extremo, donde vemos que empiezan las semillas y sacarlas sin dificultad de una vez.
- Si vemos que haciendo los cortes en los extremos todavía no salen es porque al cortar el tomate en cuartos no nos ha coincidido exactamente con las divisiones internas del tomate. No pasa nada, cortamos por debajo donde está la dureza y tendremos la pieza entera.
Nota. Por lo que he podido comprobar lo de quitar las semillas a los tomates es muy particular, es como el pastel de carne, cada uno tiene el suyo. Así que no tengáis miedo a probar y a encontrar vuestra propia técnica.
Cómo aprovechar las semillas del tomate:
- Simplemente con unas gotitas de aceite de oliva virgen extra, una pizca de sal y la especia que más nos guste: pimienta negra, orégano, albahaca…
- Colocamos cada trocito de caviar de tomate sobre una cucharita, aderezamos y servimos en un plato. ¡Buenísimo y con una presentación de lujo!
Nota. Si queremos pasar de pijoterismos podemos presentar las semillas todas juntas con el aderezo en un cuenco en forma de mini-ensalada. O añadirles un poco de cebolleta picada fina o un poquito de ajo, ¡a vuestro gusto! Si optáis por la cebolleta acordaos del truco para aliñarla, ¡es genial!
¿Sabías que…?
Los franceses llamaban al tomate pomme d’amour, manzana del amor.
Respecto a los valores nutricionales destaca por su alto contenido en vitamina C. Su aporte calórico es escaso, ya que la mayor parte de su peso es agua.
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